Trampa para moscas

No sé si mis amigos y coetáneos (cerca de 60, casi, casi) han observado el siguiente fenómeno: cuando yo era chico, había cantidades industriales de moscas, moscas que molestaban y a las que no ahorrábamos recursos para matar.
De repente —al menos en la Ciudad de Buenos Aires—, desaparecieron. Dicen los que saben que se debe a que los depósitos de desperdicios o basurales fueron trasladados a las afueras alrededor de 1970, lejos del centro, y eso ha hecho emigrar a nuestras enemigas de seis patas.
Como haya sido, se ve que en 1973 y en Sarandí (donde vivía Dol), los antipáticos dípteros seguían siendo un gran problema. A tal punto, que nos propone en este planito una idea muy útil: una trampa para moscas a la cual entran y luego no pueden salir, dándonos tiempo para mirarlas con ojos malévolos mientras mueren miserablemente de hambre.


Diseño: Dol. Publicado en revista Lúpin número 87, página 48, diciembre 1973.

Comentarios