A 28 años de la muerte de don Enrique Murga

En 1968, recién mudado de escuela en segundo grado, fui a tomar la leche a lo de uno de mis nuevos compañeritos. Allí, en su casa de la calle Moreno entre Catamarca y Jujuy (junto al edificio de un tribunal) quedé extasiado al descubrir que mi amigo poseía algo fascinante: un pequeño cañón de bronce, con cureña y ruedas de madera... ¡Que disparaba de verdad!
Se trataba de un cañoncito Goliat, que signó una época en juguetes de acción real y que sí, aunque cueste creerlo, todavía se sigue fabricando.
Tiempo después, descubrí que los cañones se compraban a través de una publicidad en la Revista Lúpin, enviando giro postal a nombre de un tal Enrique Murga. Con el transcurso de los meses y los años, el nombre de Enrique Murga comenzó a hacérseme conocidísimo (ya que me volví fanático de la revista y sospecho que lo mismo pasó con los demás lectores de Lúpin): todos los giros para cualquier propósito debían hacerse a su nombre. Los chicos escribían pidiendo copias de planitos, revistas atrasadas, suplementos técnicos y anuales, kits de electrónica, partes ópticas... y todo a nombre de Enrique Murga.
Es que Enrique fue el gerente comercial de Lúpin durante más de 25 años. No solo comercializaba los maravillosos cañoncitos diseñados por Saverio Jacobo Bonazza, un tandilense de sangre italiana que llegó a patentar su avanzado sistema de disparo en Francia y EEUU, sino que también era el responsable de la expedición y envío de todo el material que se vendía a través de la redacción.
Su nombre, pues, acompañó mi infancia y la de tantos chicos hasta el fallecimiento de Murga, ocurrido un día de hace 28 años, el 28 de mayo de 1991.
Nunca vi una foto de Enrique, pero sus compañeros Dol y Guerrero lo retrataron muchas veces, por ejemplo en los números aniversario de la revista, cuando las personas verdaderas se mezclaban con los personajes de ficción para celebrar un fasto evento.
De manera que aquí les dejo algunas imágenes en recuerdo de este buen hombre a quien nunca conocimos pero que, paradójicamente, estuvo a nuestro lado todo aquel lejano, bello, añorado tiempo.

 Montaje de seis viñetas en las que aparece don Enrique Murga. De izquierda a derecha y de arriba abajo: 1) Viñeta inicial de la historieta "Un día en la redacción" (de Dol)., conmemorativa de los 10 años de la revista (número 65, febrero de 1976, pág. 4). Los cuatro personajes de la izquierda son: el propio Dol (Héctor Sídoli), Guerrero, Oscar el ascensorista (probablemente) y Enrique Murga.  2) Misma historieta, viñeta 4, Murga recibiendo al cartero que trae la correspondencia para El Gordi. 3) Viñeta 5: Murga colapsado.  4) Enrique telefonista (página 5). 5) Viñeta conmemorativa del número 100, bajo el editorial (de Dol). A la derecha del pastel de aniversario, Bicho besando a su novia Tili, Murga y Sídoli (enero de 1974, pág. 3). 6) Último cuadro de la historieta que conmemora el vigésimo aniversario de la Lúpin (de Guerrero): Enrique Murga en la extrema derecha, arriba, casi bajo el cuadro de Gardel, flanqueado por Dol y Baby Red, protegido y entenado de Al Feñique.

Primera versión de la publicidad de los cañoncitos Goliat; obsérvese que Murga los comercializaba desde su propia oficina. Solo más tarde se mudaría a la redacción de Diagonal Norte. 

 Un cañoncito con su munición (cápsulas rojas) y mechas.

Otra versión del aviso, con una casila de correo.

Cañoncitos, mechas y balas.

Página de planitos atrasados. A través de Murga se vendían, asimismo, suplementos anuales viejos, revistas atrasadas, suplementos técnicos, lentes, espejos y oculares para telesopios, kits de electrónica, circuitos armados y hasta barriletes.

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